Monday, January 11, 2010

La autoridad del maestro


Recientemente se ha asistido a un debate social sobre la autoridad del maestro.
Y es que algunos políticos alguno-s(a-as) de las cuales ha tenido responsabilidades de gobierno en el ámbito educativo, defienden la autoridad pública del docente como mecanismo para paliar la violencia en el aula.
Quizás sea debido al hecho de que la mayoría de nuestros políticos (y de los que no son los nuestros también) poseen una muy limitada experiencia práctica y una ausencia casi total de formación teórica en su ámbito de gestión, o tal vez se deba a la (escasa) formación de nuestros políticos que por lo general suele circunscribirse al ámbito jurídico. Pero lo cierto es que cuando menos resulta sorprendente que la solución a los problemas a los que se enfrenta la sociedad del S XXI revista con independencia del partido político gobernante la forma de una ley, un decreto, un reglamento o una circular. Y si esto es así para todas las materias ¿Por qué iba a ser la educación un tema diferente?
Es evidente que la figura del maestro no es ya la figura que nosotros los que hoy somos docentes, hemos vivido y mucho menos será la que han vivido nuestros padres, pero si alguien piensa que la vía para revitalizar la perdida autoridad del maestro es la jurídica es que es casi tan miope como "nuestros" políticos.
La autoridad del maestro no puede emanar de la legitimidad que le dediquen unas normas sino que debe nacer de la propia dignidad, calidad y categoría de la persona que la imparte y ello exige mucho más que una amenaza normativa.
¿Queremos dotar al maestro de autoridad? Démosle en primer lugar lo suyo y dotémosle de una remuneración al menos acorde con su nivel formativo y capacitación. Un médico, un inspector de finanzas, un juez, un profesor ¿Quien tiene el sueldo más bajo? Fácil de adivinar ¿Verdad? ¿Hemos entrado todos por oposición o algunos de los anteriores han tomado "atajos"?
La mayoría de los docentes no obstante, no consideran su salario como un tema relevante. A través de medios indirectos -como por ejemplo su afiliación sindical- podríamos estimar la relativa baja y moderada participación en sus reivindicaciones políticas. En cierto modo somos un sector bastante conformista que aupados por el aura imaginaria de la cultura y la ciencia, preferimos distanciarnos del dinero en unos momentos en los que para bien o para mal el dinero es la medida de valor de todas las cosas. Pero si no se considera la valía de nuestro trabajo, tampoco tiene sentido que seamos generosamente altruistas con unas administraciones bastante incompetentes o con una sociedad que básicamente prioriza la capacidad de consumir.
Y este tema nos lleva a la segunda cuestión de este punto de debate. Si hemos llegado a una situación en la que todo vale con tal de lograr una posición, un status o mejor expresado si todo vale con tal de "ganar dinero" ello significa que nuestro sistema de valores se ha alterado. De ahí que sean muchos los pedagogos y profesionales de la educación que hagan hincapié en la necesidad de educar en valores. Y el tema es aquí mucho más complejo porque se trata de educar en valores en un mundo que es global, capitalista, cambiante pero sobre todo mediático en el que la influencia de los medios de comunicación es asombrosa sobre todos nosotros (pensemos ahora en la adolescencia) ¿Es que es admisible que la mayoría de nuestros bachilleres no sepan hacer una simple raíz cuadrada pero después conozcan la vida de cualquier concursante de "Gran Hermano"? Y ya que sale el tema,... ¿Cuantos de nuestros alumnos conocen que el motivo por el que el programa se llama Gran Hermano es la novela de Orwell 1984 y no el hecho de que vivan en la misma casa como si fuesen hermanos? No hace falta la clarividencia de Aramis Fuster para intuir el poder que los medios de comunicación han arrebatado a la escuela. Sin pretender volver atrás en este punto porque considero que las NN. TT. pueden aportar mucho a la formación del individuo, lo que sí es evidente, es que no se compite en un plano de igualdad porque a fin de cuentas la escuela no es un lugar únicamente de entretenimiento como lo son los medios de comunicación y porque estos últimos tampoco son necesariamente un mejor mecanismo de transmisión de conocimientos.
Algo que me resulta interesante es la finalidad de los medios de comunicación que parecen dirigidos al único servicio del entretenimiento. No se alcanza a comprender la insistencia política en la consideración de los medios de televisión (por ejemplo) como servicios públicos sujetos a concesiones administrativas para que después nos ofrezcan productos televisivos detestables. ¿Se puede justificar una televisión pública cuando los programas culturales suelen comenzar a partir de las 3 de la madrugada? Ejemplo: El programa "Redes" hasta hace bien poco.
Volviendo al tema de la autoridad del profesor y los poderes públicos es necesario que éstos últimos alimenten esa autoridad fomentando la cultura y la educación como valores de nuestra sociedad. Las experiencias en este sentido además parecen ser bastante buenas (véase por ejemplo el éxito del programa That's English)

Continuará...

No comments:

Post a Comment